La Mercancía
"¡Permiso, por favor!". La voz de un hombre retumba detrás de varios bultos amarrados a un diminuto carrito de madera. Pasa lentamente, expulsando bocanadas de aire con sus pulmones fatigados, toma el carril central y sigue su camino por la avenida que a las 9 am es más un pasaje de transporte de mercancías que un camino peatonalizado. La gente se prepara, los negocios se dotan de alimentos, los andenes se cubren con objetos, tapetes, sillas y cualquier mueble de provisoria comodidad. Cajas, platanos, papas, aguacates, costales, mangos pasan de aquí para allá, con sus colores vistosos o sus empaques misteriosos. Y se ven las piernas músculosas, los brazos marcados, los zapatos averiados y el respirar del paso a paso. Y las personas no son más personas, sino persona-carrito-producto, son voz a todo pulmón, a todo ser, a todo vivir, son caras cansadas disfrazadas de entuasiasmo, son ingenio y paciencia nómada. Se conocen unos a otros, se gritan de esquina en esquina, se saludan y en movimiento conversaciones hilan. Se ven las caras todos los días, se cruzan caminando, se leen los labios y con la mirada frente a frente se siguen admirando.
Antes carros, ahora máquinas: los hombres-carreta con su traca-traca artesanal, lento y manual, sobre el asfalto de la Séptima cantan. Y el andén sigue siendo andén, y la calzada sigue siendo calzada, pues los afanados transeúntes velozmente hacia sus oficinas andan. Alzas la cabeza y están sus jefes, los capos, los dueños del país que desde edificios descomunales a la séptima sombra regalan. Y la blanca torre Colpatria, el más alto símbolo de poder económico de la nación, enuncia el principio de la peatonalización. A sus pies se organizan los pequeños grupos de personas y los individuos solitarios que en la Séptima un nuevo puesto de trabajo han encontrado. Llegan con morral a la espalda y sin corbata, abren el equipaje y un millar de ¨checheres¨ sacan. La calle se vuelve mercado de pulgas, de venta, de supervivencia; el andén y sus bolardos el puesto de trabajo, que con su rugoso y tieso cemento algunas nalgas fuertemente aplastan. Aguantan la lluvia, el sol y las infinitas jornadas que de polvo están cargadas y así empiezan la mañana, con una rutina de carga y de descarga, de saludos e improvisados desayunos, de preparar el escenario para lo que será un día de largos procesos de consumo. Y día a día temprano llegan, se llenan de ligereza para afrontar la dura competencia, esa constituida por guerras de sonidos y disfraces llamativos, por el que tenga el mejor puesto o el mejor carrito.
Movements, novelty and encounters
The general rule for urban public spaces is that there cannot be general, specific or certain rules. We know that they are constituted by animated and unanimated life (Amin & Thrift, 2002), by an unlimited circulation of multiple bodies that co-exist in physical and non-physical spaces (Amin, 2008), by a form of 'situated multiplicity' or 'surplus' involved in open and multidimensional spaces. We know that the entanglement of this 'situated surplus' - defined by Amin as spaces with many circulating things and activities governed by pre-cognitive impulses that constantly transform and reinvent the character of the space - is experienced as the force of places, as the mixing of entities regulated by the rhythms generated by multiplicity. (2008)
According to Amin and Thrift (2002), the complex circulation of multiple entities in space requires the invention of new times and spaces in which it can be possible coordinate and direct the entanglements and energies of this situated surplus. This invention of new spaces and times constitutes the interlacement of encounters through mediators and intermediaries that provide different possibilities of directing direct multiple actors that work in co-presence (Amin & Thrift, 2002). The excess of these new times and spaces compose what is called 'everyday life' - a space of 'alternate movements' constituted by places and means of relation (Seighworth, 2000 in Amin & Thrift, 2002). Everyday life is defined by Blanchot (1973 in Amin & Thrift, 2002) 'the space of the ordinary', where nothing really particular happens, but where almost everything takes place. According to Lefebvre, everyday life could be the most important invention of the city (1958 in Amin & Thrift, 2002); the invention that interwaves movements, novelty and encounters in an eternal performance of co-presence. We know that the rhytms of use and transit are 'modes of domesticating time' through repetition, regularity and juxtaposition.
In public space, a field of multiple temporalities and spatialities, the interactions of entities are simultaneously non cognitive mechanisms of 'ordering and disruption'. (Amin, 2008) Broken and altered rhythms generate novelty, the emergence of unpredictable and unexpected orientations. Therefore, public space understood as a field of emergence generates an "edgy and innovative feel, liked by some and feared by others." (Amin, 2008, p. 12) In that sense, the overlapping of the known and the unexpected public spaces demands from dwellers the simultanoeus ability of incarnating habitual repetitions and of responding to novelty and surprises. Nevertheless, urban sociality cannot be reduced to the properties of encounter and novelty, for "the sociality of the city dweller arises from many modes of dwelling and association (material and human) that exceed the encounter, which is precisely why work on the affects of urban encounter speaks of mixed and 'turbulent passions' (Thrift, 2005a), unpredictable feelings shaped by the detail of the situation, bodily chemistry and transferred sentiments (Wilson, 2009) , and complicated personal biographies (Sandar, 2009)."