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Primero de Mayo

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Varios de rojo, algunos de verde, otros de amarillo, muchos de blanco. Todos hacían propaganda política, otros anti-política, anti-dirigentes, anti-capitalistas, anti-cualquier-cosa. Una marea de gente se movilizaba hacia la Plaza de Bolívar, el corazón del poder de este país, y gritaban, y sacudían sus cuerpos, sus pulmones, y amplificaban sus voces y éstas se cruzaban unas con otras estruendosamente hasta ser casi ilegibles. Pero se sobre-entendía todo y comprender visual y auditivamente las palabras no era necesario, porque tantos sonidos  expulsados enérgicamente por tantos al mismo tiempo en un mismo espacio  logran exclamar por sí solos  la necesidad de un cambio, una revolución, una nueva independencia. No había necesidad de leer, procesar, interpretar o comprender. La Séptima se había convertido en un espacio de revolución citadina, estatal, continental, mundial, universal. La otredad se expresaba allí, la diferencia, las utopías, aquellos que en los medios formales ni voz ni voto tienen, los oprimidos culturalmente, los invasores, los letrados inconformes, los analfabetas que desean poder cultural, los trabajadores de las calles, los sindicalistas, las cooperativas, los de las universidades públicas, los curiosos turistas, los mirones periodistas, los anormales normalizados, las mujeres maltratadas, los gaiteros, los que se quedaron sin hijos pero con falsos positivos, los desplazados, los tamborileros, los cantantes, los artistas, los para siempre colonizados y los campesinos. Grupo a grupo caminábamos y gritábamos. Pancartas, parlantes, zancos, disfraces, carrozas, banderas, letras, palabras, discursos, exclamaciones, bailes, y trompetas abarrotaban el espacio y éste se alzaba por si sólo en todas las direcciones a través mil millones de estímulos sonoros, visuales, táctiles. Y la multitud era una sola persona, un sólo cuerpo de inseparables, un rio humano que fluía rozando la piel y ropas de todos, una sola masa humana bailando una misma sinfonía de protesta, de sueños citadinos, de golpes y palmas, de fuertes ideas que entre edificios se fundían. Y todos éstos estaban custodiados y protegidos; las fachadas empaquetadas como regalos envueltos en plástico verde, triste y pálido, como cuerpos impalpables a la masa-protesta, al rio de gente, a las telas coloridas, las canciones y gritos. Y allí estaban en línea, los uniformados policías, sus escudos, sus barrotes, sus pistolas, vigilando la gran movilización, siendo una barrera humana aparentemente insensible, objetiva y formal. Y de fondo estaban los muros impenetrables, inapropiables, invisibles, indescifrables. Y de frente esa audiencia que se había tomado el escenario de la Séptima, los nunca protagonistas y ahora lo eran, los que se levantaron de sus sillas y por la Séptima corrían. No era posible diferenciar andén y calle, aquella por la que antes tantos carros transitaban, aquella peatonalizada, estatalizada, liberada. Edificios eran contenedores de ese vacío abarrotado, apropiado, festejado. Árboles y materas servían de pedestales, de puntos de observación, de información  y propagación de gritos; y barreras metálicas que cercaban los edificios de poder funcionaban como graderías, o torres de control, como límite entre la multitud y los escudos de protección de los policías. Jueves Primero de Mayo, día internacional del trabajo, día de protesta, día de revolución. Y la enorme y roja bandera ondeaba, los rostros encapuchados versos revolucionarios proclamaban. "Tú no puedes grabar aquí. No puedes filmar los rostros". Pero yo grababa la cara de la ciudad, del espacio convertido personas, de la Séptima explotando en textos, canciones, expresión, voz, rito y encuentro. Y entre los cantos y la marea insostenible llegó el sonido de los mil tambores que retumbaban, impactaban, llamaban, advertían y vibraban. Personajes vestidos de negro y rojo con sus ritmos la protesta celebran. Con saltos, golpes y muecas a la multitud, policías y  cámaras desafiaban. Mi cuerpo, que ya no era mío, con ellos reverberaba, sonreía, lloraba.  Y la Séptima llegó a la Plaza de Bolívar, y el rio humano desembocó en ese mar espacial, gris, sólido y vigilado por la Iglesia, el Senado, la Alcaldía y el Palacio de Justicia. El júbilo era absoluto; estábamos en el centro del poder y a los ojos de todos; Llegar era triunfar un poco, todos allí nos esperaban, aplaudían y admiraban. Y allí, justo en ese punto de llegada, salieron los encapuchados y un par de bombas reventaron, y la masa de gente se escurría, se propagaba y el rio se desintegraba. Y finalmente aparecieron esos robots-polícias armados y gas lacrimógeno respiramos, tosimos, lloramos. La Séptima dejó de ser gente y volvió a ser Calle. La fiesta se había acabado. Segundos de pánico, miedo, incertidumbre. "¿Cómo fui capaz de venir sola?". Y algunas piedras volaron y un par de escudos retumbaron, y los tambores se apagaron. Un poco de silencio, y de nuevo la melodía empezaba, los vendedores se animaban y sin miedo retornaban. Nuevos discursos empezaban, nuevos cantos, nuevos ritmos. Y llegaban de nuevo los olores de comida, y volvían las texturas del piso, las lozas rugosas, el duro asfalto salpicado de vida,  los lisos escalones de la catedral, el sutilmente elevado pedestal de Simón Bolívar, las fachadas protegidas, las bandadas de palomas agitadas y uno que otro grito de independencia. El gas seguía en el aire, inoloro, invisible, inquetante, pero La Séptima nunca descansa, nunca muere, nunca se detiene. Ahora era la pasarela de algunos transeúntes, de algunos pequeños grupos que retrasados llegaban, que se habían perdido el punto de máxima emoción y que de aquellos previos instantes sólo gas podían respirar. Y llegaron los fumadores de hierba, y el ambiente se tornó verde, oloroso, cómico. "'¡Sí a la dosis personal! ¡No al Narcotráfico!". Reían, puteaban, madreaban y a la Virgen María nombraban; al cura a fumar invitaban y a los Policías de fumarse su hierba acusaban. Ya no olía a comida sino a Marihuana. Así acabó la protesta y a la Séptima los trabajadores de la calle regresaban, aprovechando la falta de vehículos, el abrazante sol, los transeúntes confundidos y  el gas que se disipaba. Ocuparon de nuevo los andenes, los cruces, los andenes, el asfalto, los bolardos y escalones, como si el día jueves festivo en el aire se hubiese suspendido y ese tal Primero de Mayo nunca hubiese sucedido.

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Public space and public sphere

Public spaces cannot be longer be embraced as symbols of "collective well-being and possibility, expressions of achievement and aspiration by urban leaders and visionaries, sites of public encounter and formation of civic culture, and significant spaces of political deliberation and agonistic struggle. (Amin, 2008, p. 5)" Human geographer Ash Amin argues that the notion of public space in the contemporary city cannot be associated to the mainstream definition of public space as the scenario where the physical and social dynamics play a central role in the formation of publics and public culture: the plurality and fragmentation of the 'sites of political and civic formation', the multiple possibilities of identification and appropriations of urban spaces, the multiplication of - virtual and physical - sites of political expression and its heterogeneous distribution in space presuppose that public culture and civic practices cannot be diminished to the 'urban let alone to particular places of encounter within the city' (2008, p. 6).  In the middle of the vast proliferation of places of political formation, urban public space has a secondary importance. (Amin, 2008; 2007)

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In the same way, 'La Séptima', is not defined by its condition of being a place where the civic formation of Bogota's society is shaped or by being a symbol of collective well-being where  'equality' - likened to an ideal of 'social harmony' (Galvis, 2013) - exists. Instead it can be characterized as an axis of multiple urban spaces configured by determined physical characteristics that establish symbolic projections[1], but mainly and most important for the explanation of 'what public spaces is' through a geography of 'what happens' as a concatenation of multiple urban active socio-spatial relations that through the gear and 'in-betweenness' of infinite mundane, banal and pre-cognitive behaviors, rhythms and movements, define and redefine itself in multidimensional ways. 'What happens' is too much, is excessive, fascinatingly inapprehensible, changeable, mutable and turbulent that a simplified definition of 'La Séptima' as a physical site of political and civic formation would imply the neglecting of the 'situated surplus' and multiple active actors - included space itself - that through a variety of intermediaries, such as traffic rules, street furniture, services, and even the most mundane devices, establish power relations and affect the social experience of public space (Amin, 2008; 2007). According to Amin, it is to note that "the city of the stranger can be build through continual acts of renewal of the living urban commons" (Amin, 2012, p. 80) 'La Séptima', as an open and multidimensional axis of juxtaposed public and private spaces, where global and local dynamics get simultaneously evidenced and renewed, is not to be equalized with the fulfillment of the public sphere.

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Nevertheless, in the public policies of Bogotá, as it happens in many cities of the world, the lack or degradation of public spaces is read as a threat to the public sphere. (Galvis, 2013) Thus, the political leaders of the city propose the rehabilitation and/or renovation of neglected urban spaces - through their pedestrianization, for example   - and the intention of recognizing the practices of popular cultures (Amin & Thrift, 2002). Ash Amin and Nigel Thrift (2005) remain skeptical  in front of the idea of equalizing public space with public sphere with the aim of generating civic spaces in the city. Additionally, they call on Bruce Robins to argue that the 'public' cannot be more than an illusion in 'space' and 'sphere' if it is meant to fulfill the idea of common well-being or the conformation of a single 'public'. Historically, as it happens in Bogotá, the minorities, the strangers, the different, the others have never been those who have made the political decisions that, as a matter of fact, are made in closed and guarded buildings - in the case of 'La Séptima' those surrounding 'la Plaza de Bolivar' - and not in the public spaces of the city. Even during the gathering and confluence of persons who appropriate la Séptima in order to proclaim their rights, the spaces get patrolled, protected and controlled by armed police officers.

Conclusively, the civic ambit is simultaneously private and political  and public space is just one of vast variety of places in the global and local webs where the different lifestyles and cultures get constructed through associative connections. Public space is therefore, a space of tolerance and sociability, but not the space of the maturation of hybrid identities and politics[2] (Amin & Thrift, 2002; Amin, 2008); it is still collectively recognized as the symbol of public culture and encounters, even if privatized and controlled, but its mixing dynamics, its condition of eternal potentiality, unending possibility of novelty make it totally unpredictable. (Amin, 2012) As Amin states: "There is no archetypal public space, only variegated space-times of aggregation." (Amin, 2008, p. 9)

 

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